domingo, 3 de abril de 2016

Un quiltro (Cuento/monólogo)

UN Quiltro (CUENTO Verónica Grünewald)

Esto de estar casada durante más de veinte años con el mismo marido, es un arte. A nadie le cabe duda que hay que ser artista para que después de todos esos años a una le siga gustando el mismo hombre. Imagina que estás en la luna de miel, que esos veinte años pasan en una noche y despiertas al día siguiente con unos ronquidos salvajes y miras al lado y te preguntas ¿Quién es este viejo ruidoso? Asustada, te vas al baño y allí en el espejo te encuentras ¡Con tu mamá! Eso es una pesadilla.
Pero así son las cosas. Por eso cuando conoces a alguien que después de veinte años de matrimonio, brilla todavía como si estuviera en la luna de miel, te entra la curiosidad. La Cata Krumm, por ejemplo, lleva poco más de 20 años casada, pero ella siempre brillante. Le brillan los ojos, le brilla el pelo, le brilla la piel. Muchas veces nos preguntamos si acaso viene de tener sexo. Es esa clase de brillo.
Brillante y sabia la Cata Krumm. Para qué estamos con cosas, todo el mundo quiere brillar, o tener orgasmos, que es como lo mismo.
Entonces comencé a ser su fiel seguidora. Éramos amigas, claro, pero la comencé a ver como si fuera mi gurú. En verdad, no estaba muy lejos. Ella había hecho ese viaje a la India que todas queremos hacer y hacemos, pero no aguantamos quedarnos más de una semana o dos. No. ¡Ella se había quedado por seis meses! De verdad que la admiro. Yo fui. Sí, también fui a la India. Pero el olor a fritanga mezclado con el olor a detritus… No. No hubo meditación ni festín de compras que me pusiera a tono con eso. Pero la Cata Krumm había estado ¡Seis meses! Seis meses, aprendiendo meditación y yoga.
Pero mi objetivo no era aprender a meditar ni a hacer equilibrios parada de cabeza. Mi objetivo era saber cómo la Cata Krumm mantenía ese brillo tan especial y más… Yo quería que me pasara lo mismo. En verdad, todas las amigas de la Cata queríamos eso, pero ella hablaba todo como en metáfora y yo no entiendo nada de mitología. La Amelie Giroux decía que mi problema era que no dejaba que mi cuerpo hablara y que todo lo hacía pasar primero por mi cabeza. Lógico. Una piensa. ¿Qué se han imaginado?
Al cabo de unos meses de observar, anotar y escuchar. Sobre todo escuchar… Porque te morís las palabras claves que aprendí. No las puedo repetir. Pero imagínate. Bueno el caso es que luego de todo ese período de investigaciones… ¿Qué? ¿Cuál es el problema? Tomar café con las amigas también cuenta como investigación. La diferencia está en la sistematización. En serio. Eso significa que algo trivial o cotidiano se transforma en conocimiento científico social.

Entonces mis investigaciones me llevaron a descubrir el triángulo de la Cata Krumm. Y el triángulo de la CK tiene tres puntos clave. Bueno es un triángulo.

En primer lugar, lo básico es que el matrimonio es una obra teatral. Es un desafío. Solo para buenos actores, capaces de improvisar y con amor al arte. Cada función es distinta. Y lo más interesante es que los actores deben al menos tres. Es demasiado difícil para dos. 

En segundo lugar. El amor da lo mismo. No cuenta eso de casarse por amor. Hay que casarse bien, el amor viene después y si no viene, da lo mismo. La función debe continuar. Debes saber tu papel y si es necesario, improvisar. Y disfrutar cada escena. No caben en el mundo de la Cata Krumm las quejas. !Qué horror! Hay que sacar del libreto frases como:
-"Mi marido no me mira" Claro y después nos quejamos si alguien nos tacha de “pinturita”
- "Mi marido no me saca" ¡Pero si no somos el perro que hay que pasear!
Y otras clases de queja. ¿Qué es eso? Una no es un apéndice del marido. Eso de la costilla es mentira. Es una brutalidad. Una tiene vida propia. Allá el segundo o el tercero se suman si quieren. Pero absolutamente prohibido depender de otra persona para ser feliz. 

Y el tercer punto, el más importante… se resume en la frase de la Cata“A toda perra fina le gusta de vez en cuando, un quiltro” Eso, me encantó. Y sin perder tiempo. Yo, la fina, decidí buscar el mío, un quiltro. 

Quería mi quiltro propio. Y me introduje en el mundo del quiltro. No es fácil la vida del quiltro. No. Es que son muy trasparentes, no se guardan nada. Te dicen lo que piensan, y ahí te das cuenta que es un quiltro porque está lleno de sabiduría… popular, claro, pero sabiduría. Te dicen cosas como “el esfuerzo vale la pena” o “hay que trabajar por que no queda otra”. Son increíbles Y aunque el auto se les haya quedado sin bencina y la plata no les alcance para mucho, ellos siempre te dicen algo divertido. Te alegran el día. Y gratis.
Son como buenos de adentro. Se ríen a carcajadas, se sonrojan, se emocionan. Juraría que no hay nada más enternecedor que un quiltro con los ojos brillando de emoción. Y muy sanos de aquí arriba. Se motivan solos, no necesitan psiquiatra o un coach. No tienen idea del psicoanalista.
Y si tienen alguna pena o algo no les parece, se van al futbol y con la gritadera se les pasa y si su equipo gana… Ni te cuento, desparraman música de contentos. Y les gusta el baile. Bailar, con música que se baile. ¿Qué es eso de jazz o new age? No. Sus tropicales, sus cuecas choras.
Y fieles, porque para el quiltro una, la fina, es la reina. Y aunque sabe que jamás lo presentarás a tus amigas, para él sigues siendo la reina.
Buena cosa los quiltros y como la naturaleza es sabia, tienen lo suyo. ¿Ven cómo me brilla todo? La Cata Krumm tenía razón y más. Toda perra fina debería tener de vez en cuando un quiltro.
(No olvide citar al autor!! Inscrito en Derecho de Autor)